jueves, 13 de enero de 2011

Despedida

No podemos tapar el sol con un dedo, dijo él. Yo lo sé, pero lo taparemos con ambas manos, respondió ella soltando una lágrima la cual se desplazo con ternura por su mejilla.

Aun así la luz nos alcanzaría, él le replico. Pero tenemos la noche ella insistió. El la vio a los ojos, suspiro profundamente y contesto un poco exaltado ¡aun en la noche la luz del sol nos alcanza!, ¿Cómo? la hermosa dama le pregunto al caballero. Mediante la luna, recuerda que la luz de la luna no es más que un reflejo del sol, ya que por sí misma no puede emitir luz propia.

Entonces nos esconderemos, nos esconderemos de toda luz artificial y real de verdad yo solo quiero estar junto a ti, contesto ella. El joven se quedo pensando un momento, la miro a los ojos, la tomo de la mano, se acerco brevemente a sus labios solo para subir a su frente la cual beso, luego soltó una pequeña risa.

Aunque tengamos la noche no existe ninguna oscuridad en la cual podamos permanecer ocultos por mucho tiempo, ninguna oscuridad será suficientemente profunda como para no desvanecerse cuando aparezca el amanecer. Estas fueron las palabras que penetraron el corazón de la joven, la cual no tuvo más remedio que quedarse en silencio por unos momentos.

Una pregunta le roso el pensamiento, la cual no dudo en decirla. Pero ¿no quieres luchar?. Él solo pudo secarle las lagrimar y mirar al cielo buscando la respuesta a esa pregunta, pero si la respuesta no le llegaba con inmediatez, era obvio que no lograrían vencer a la distancia que existía entre sus corazones.

Te amo, tienes que amarme tú a mí, ella se apresuro en decir. Pues no, no tengo que amarte, replico Alejandro con voz cortada, aunque te voy a contestar, si te amo… perdona mi mente la cual en este momento no quiere dejar hablar a mi corazón.

Ana recordó un momento de su niñez, en el cual había sentido una emoción parecida, pudo haber sido cuando su madre le compro su primera casa de muñecas o cuando ocurrió su primer beso en aquel columpio de su antigua escuela, pero solo lo recordó para darse cuenta que no había sentido ninguna felicidad la cual se pudiese comparar con el sentimiento que logro tener en aquel momento.

Alejandro si en verdad me amas bésame, necesito que me beses, necesito sentir el rose de tus labios una vez más. No Ana, yo te amo y eso debe ser suficiente para ti. Él realmente no tenia porque besarla en ese momento de tristeza, estaba muy confundido y un beso solo podría confundirlo más y el ya estaba decidido a terminar por completo y seguir su camino a donde su ángel lo llevara.

Pero el amor se demuestra con los besos, le dijo ella. Ana aunque te amo, no te besare, realmente no necesito besarte para saber que te amo y por más que quiera estar contigo, mi decisión no ha cambiado, el día de hoy necesito alejarme de ti, aunque puede que el día de mañana me arrepienta de lo que estoy haciendo en este momento.

“Siempre destruimos lo que más amamos”, recordó las palabras de su abuelo, el se las decía cada vez que Alejandro lo escuchaba discutir con su abuela o cualquier miembro de su familia.

Ana de verdad no quiero hacerte más daño ni hacerme daño a mí mismo, por eso he tomado la decisión de alejarme de ti, perdóname, pero no logre tomar otra decisión, como ya te dije, a ti no te pertenece mi corazón y querer seguir con esta relación me parece solo un instinto suicida de nuestra parte.

Ambos se vieron a los ojos, se tomaron de las manos por un momento, Ana solo trataba de grabar ese momento en su mente para nunca olvidarlo, en una mirada todos los momentos que tuvieron juntos pasaron por sus mentes, pero ninguno se retracto ni ofreció palabras de consuelo. Poco a poco se fueron soltando sus manos, Alejandro se volteo y se marcho, solo con un adiós y una lagrima la cual no dejo que Ana mirara por miedo a que le dijera algo y él se arrepintiera de todo.

Fin 

José M. Sequera

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